domingo, 19 de octubre de 2014

Capítuo 5 -Atenea

Capítulo 5: El lago

Antes de llegar a la cabaña llegaron al acuerdo de remojarse un poco en el lago ya que después del combate se habían empapado de sudor. Maldijeron a los hijos de Atenea por no asegurar baños en las cabañas, ya que el verano pasado tuvieron de derribar los baños para que los gemelos pudieran tener una cama. Así  que desde entonces van al lago a bañarse.

Al se había encargado personalmente de que los hijos de Hefesto les construyeran un muro para que los demás campistas no espiaran ni a las hijas de Hermes ni a las de Ares, que se bañaban juntas a un lado del lago. No tardó mucho en quitarse el sudor de encima, el aseo no era muy importante para ella, era rápida y concisa, y le dedicaba el tiempo justo. En realidad esto era porque no se sentía del todo a gusto en el agua, siempre tenía la sensación de que había algo mirándola por debajo del agua.

Salió del lago y vio a Ed esperándola en una piedra mientras miraba a la cabaña de Afrodita. Al sonrió para sus adentros, estaba segura de que había ido a pedirle cita a Irina y esta lo había rechazado.

- ¿Tenía cita previa? – le preguntó divertida.

- Me ha dicho que esta tarde quería relajarse sola- remarcó esta palabra como si no acabara de creérsela.

- Tiene que cansar estar todos los días igual.

- ¿Qué? ¡Pero si tú lo haces con James todos los días y no te cansas!

- No voy todos los días, no exageres. Ten en cuenta que ella tiene que hacerlo todos los días varias veces para que todos estéis contestos. No te pasa nada por esperar. Búscate una novia si no te gusta– le dedicó una mirada fría.

- Nah, mucho, trabajo, además, prefiero ser un alma libre.

- Un alma libre que se mete entre las piernas de Irina cada tres días, y porque no te deja más – se burló Al.

- No tienes nada que reprocharme, todas las noches del año pasado te escapabas de la cabaña eludiendo a las arpías para ir a su casa. Y no es que fueras muy silenciosa, nos despertabas a todos.

- Pero yo sé a lo que voy, y tú aún tienes esperanza – Al quería remarcar eso, sabía que Ed estaba colado por Irina, pero esta no, y no quería que se hiciera daño – Quítatelo ya de la cabeza.

- Lo que tú digas - Ed suspiró y se puso en pie – Vamos a ver al pequeñajo ese.


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