sábado, 22 de noviembre de 2014

Capítulo 2 - Dey (Atenea)

Capitulo 2

A veces quisiera darme un respiro de todas las cosas que suceden en la cabaña, tanto dentro como fuera de ella, pero luego me imagino un mundo sin todo el revuelo que estar en el campamento conlleva y siento un vacío en el pecho.
-Elle, ¿Puedes ayudarme con estos mapas? –Me pregunta Kassindra desde el fondo de un baúl.
Me levanto de mi litera y todo mi cuerpo me pide a gritos que me acueste de nuevo. Estuve entrenando toda la mañana y es un poco injusto decir que no me esforcé al máximo en esta oportunidad.
-Sal de ahí, Kassindra, si no quieres que ese baúl te trague –Le digo soltando una risotada y yendo a su encuentro.
Kassindra sigue buscando entre los papeles que hay dentro del baúl de estrategias, como ella lo llama. Asoma su cabeza y me fulmina con la mirada, haciéndome reír más fuerte.
-Venga, ayúdame, por favor, antes de que estos papeles me traguen por completo –Me dice y yo me apiado de ella-. Dioses, es que son tantos planes que tenemos que podría echar los papeles al piso y nadar entre ellos. 
-Si el señor D diera luz verde con todo los proyectos de reconstrucción que tenemos no serían tantos pero venga, que es un cabezota y solo quiere beber de su pepsi light  –Le suelto en un momento de sinceridad. Las hijas de atenea nunca hemos hablado mal en contra del señor D pero las cosas han estado agravándose desde que no hizo nada luego del incidente con la cabaña de Hermes.
-Tienes razón, pero ni siquiera tú, que eres nuestra representante ha podido hacer que ese viejo gruñon entre en razón –Me dice Kassindra y yo suspiro, entornando los ojos ante el recuerdo que supone el encontronazo con el hijo de Hermes, Garreth.
-Sí, bueno, supongo que en cualquier momento lo engatuse y lo haga entrar en razón –Le comento y espero a que salga del baúl para poder buscar los papeles como personas civilizadas.
Nos sentamos y empezamos a ordenar los planos, estrategias de batalla, reconstrucción de cabañas, entre otras cosas y dejo que mi mente viaje por los lugares más oscuros. Como ese día en el que una arpía nos acorraló a mi padre y ami, viéndonos como una presa.
Cuatro años después todavía puedo escuchar la risotada que soltó al chocar a mi padre contra la pared y dejarlo inconsciente. Cuatro años después todavía siento el dolor en mis entrañas como si hubieran pasado unas horas.
-Elle, ¿Estás aquí? –Me pregunta Lisa, estaba tan absorta en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que estaba aquí con nosotras-. ¿Estás bien? Tenemos una hora con estos papeles y no has abierto tu boca y lanzado un comentario con esa lengua viperina.
Kassindra estalla en un ataque de risa y permito que mis pensamientos oscuros se dispersen un poco. Miro a Lisa y le suelto
-Vaya, vaya, ha llegado la bocazas que tiene en mal a las hijas de atena –Le espeto con una gran sonrisa en mi rostro pesé a que todavía sigo en ese 17 de septiembre de hace cuatro años-. ¿Has venido a hacer algo por la cabaña, pequeña Lisa?
Lisa hace un gesto como si estuviera ofendida y se ríe, aligerando el ambiente tan sombrío que había en la cabaña.
-¿Dónde están las demás?, no he podido ir a supervisar las actividades del campamento ya que Kassindra me tiene aquí amarrada a estos papeles –Miro a Kassindra y ella me guiña un ojo, pero que mona puede llegar a ser esta chica solo para no verse con mi lengua.
-Marina, Andrea y Diana están haciendo nuevos planos para un salón de construcción para los hijos de hefesto, creo que quieren agregarle nuevas cosas o algo así, ya que el viejo salón está un poco dañado –Me comenta Lisa y yo ruedo los ojos, desde que Diana se engancho con un hijo de hefesto tiene su cerebro en otra parte-. Sussy, Andi, Elena y Tess están entrando, sabes que han estado un poco flojas en los combates y no quieren recibir más palizas por parte de la cabaña de Ares.
-Pues hacen bien, es hora de que se sepan defender –Le digo y vuelvo a mis papeles que ya están todos ordenados. Me levanto miro nuestra cabaña, toda ordenada, con nuestras diez literas inmaculadas, pero con las paredes llenas de planes para el ahora y el futuro-. Vamos a mirar en las otras cabañas y a ver si podemos divertirnos un rato.

-Estoy contigo jefa, me apunto –Me dice Lisa y Kassindra asiente en señal de aprobación.
Suspiro y miro al techo de la cabaña, ¿Cuando estás mococas van a entender que no soy su jefa?. Kassindra abre la puerta y sale seguida por Lisa.
Caminamos por el pequeño sendero de nuestra cabaña y miro alrededor a las demás. La de Zeus, tan inalcanzable como el cielo con el rayo como símbolo o la de Poseidón tan omnipotente como el mar en pleno apogeo. Los campistas pasan a nuestro lado charlando animadamente como si esto fuera una feria y yo me relajo, con todo este aire tan fresco y sin ninguna preocupación por los momentos.
Un grupo de afrodita pasa animadamente a nuestro lado corriendo, me sorprende que estén sudando, cuando el único ejercicio físico que hacen es al comer y levantarse. Están riendo y gritándose unas cosas las unas a las otras, hasta que una tropieza con unas ramas sueltas y da dos vueltas por una senda estrellándose, finalmente, con un árbol.
Salgo corriendo del lado de Lisa y Kassindra para ayudar a la campista. Al llegar me abro paso por el sequito de sus amigas y me arrodillo, evaluando la situación.
-Apártense, hagan algo y busquen agua y unas vendas, también un poco de ambrosia –Les digo mientras examino las heridas, tiene los brazos y piernas magullados, pero es superficial, nada que no pueda sanar en unos días. Sin embargo hay un bulto pequeño en su tobillo izquierdo, lo más probable es que se trate de un esguince.
-Pero el señor D… -Empieza una pero no tengo la paciencia necesaria para escuchar sobre el Señor D.
-Díganle que van de mi parte, solo un tercio de ambrosia ya que las heridas son superficiales, no son muy profundas. –Las miro esperando a que reaccionen pero no lo hacen, están ahí clavadas mirando la poca sangre de su amiga-. Dioses, ¿Qué esperan? –Les espeto y ellas salen pitando.
-Estas campistas –murmuro en voz baja y niego con la cabeza. Miro a Kassindra y Lisa y les digo-. Vayan a buscar a algunos chicos para cargarla y llevarla a la enfermería. Su tobillo necesita revisión.
-Me duele el hombro, no lo puedo mover –Me dice la chica con su voz ahogada.
-Shh, ya me encargaré de eso, tranquila. –Le digo al oído para que se tranquilice y ella suelta un gemido por lo bajo.
Retiro su largo cabello lazio de la frente y los hombros para inspeccionar más a fondo la superficie de la piel pero no encuentro más nada. Solo magulladuras, una rodilla sangrante, un hombro dislocado y un esguince en el tobillo izquierdo.
Al ver que han pasado cinco minutos y no ha venido nadie en nuestra ayuda, me quito la camisa y la rasgo por la mitad, envuelvo el corte de la rodilla que no deja de sangrar y lo aprieto con fuerza para minimizar la hemorragia.
Cuando llegan los chicos todos mojados por pasarse el día en el lago y me ven en mi brassier me sonrojo pero no me cubro, ya han visto lo que tenían que ver. Las amigas de la chica llegan con la ambrosia y le doy de beber un poco.
-Llévenla a la enfermería, necesita descansar y que le arreglen ese hombro dislocado, el tobillo necesitara reposo por unos días –Les informo al sequito y espero que hayan entendido lo que les quería decir-. Ya me pasaré más tarde por la enfermería.
-Gracias, Elle –Me dice la chica con un susurro y yo asiento.
-No tienes nada que agradecerme, chica. Solo deja de correr, que a las hijas de afrodita no les sienta bien –Le guiño un ojo y todos se ríen, disipando la tensión del momento.



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