viernes, 14 de noviembre de 2014

Fuegos Forjados - Blanca (Hefesto)

Capítulo 1: El norte
-Niki

Todo empieza con un grito de una mujer, mi madre, después solo hay oscuridad.
Una vez más afloran esas pesadillas que daba por olvidadas en mi cabeza, provocándome dolor y tristeza; han pasado diez años desde que murió.
Diez años desde que me fui.
Y diez años desde que sé que mi padre es un Dios.

No lo he superado, saber que tu madre te ha estado mintiendo durante ocho años, contándote una mentira que siempre se repetía, para después descubrir que todo era una farsa y que tu propio mundo era una mentira, es algo que te cuesta superar. Cuando era pequeña me apasionaba escuchar relatos de dioses y héroes que salvan el mundo porque consiguen darme la esperanza que necesitaba para escapar de mis pesadillas; ahora eso ya no tiene sentido, ahora todas esas historias son reales.

En estos diez años aun no me ha acostumbrado a ver las cosas como las veo, reales; ahora cada vez que veo un letrero, en vez de verlo como es, las letras flotan para formar su verdadero contenido, el griego. Sí, puedo leer griego, pero no por que lo haya estudiado, no; todo se debe a mi dislexia que me da la capacidad de leer lenguas muertas, no solo tengo dislexia, también tengo hiperactividad y mal carácter, cosas que he heredado de mi padre.

Aún no se si odiar, o agradecer a mi padre lo que me está pasando, pero algo si se, soy como soy gracias a él.

*******************

Cuando abro los ojos, un nuevo día se me presenta, un nuevo día para llegar al destino que mi padre me ha encomendado, el campamento mestizo, un lugar donde hay niños como yo, otros hijos de dioses con las mismas habilidades que yo y puede que en ese campamento haya otro hijo de Hefesto y que al final consiga dejar de estar sola, por el momento sólo tengo a Leo, un Husky Siberiano que me salvó cuando estaba en peligro.

Cuando el sol empieza a salir, yo ya llevaba kilómetro recorridos, no me gusta dormir, bueno más bien no puedo dormir más de dos horas seguidas por culpa de las dos mismas pesadillas de siempre, un muchacho de mi misma edad, que se caía a un abismo sin fin mientras gritaba mi nombre a pleno pulmón y mi madre gritando. Se que son sueños estúpidos y sin sentido pero algo me dice que esos sueños o pesadillas (dependiendo de cómo lo quieras llamar), tiene algo que ver conmigo y con quien soy, el único problema es descubrir el qué exactamente.

Mientras que una vez más sigo comiéndome la cabeza por esas pesadillas, Leo inspecciona el camino que nos depara hasta que unos de sus fuertes ladridos me despiertan de mis pensamientos y me obligan a ver lo que él se ha encontrado. Para mi sorpresa es algo que no soporto, las personas; una anciana con el pelo gris está atemorizada por los ladridos y gruñidos de Leo, mientras que me mira pidiendo ayuda. Me acerco a ella tranquilamente como si no tuviera prisas ya que Leo normalmente pasa de las personas, solo ladra a los que son algo…..especiales y también a los que no son de fiar, lo que me dice dos cosas de esa anciana, una que puede ser la típica anciana noventona que no la aguanta ni sus hijos, y dos, que en realidad no es como muestra en realidad.
-Leo, ¡calla! -me acerco a él cuando este deja de ladrar sin apartar la vista de la anciana-. Disculpe, no suele actuar así.
-No te preocupes niña, pero no deberías dejar a un perro como él suelto, es demasiado peligroso para la ciudadanía; un buen bozal y una correa no le vendrían mal -a la petición de la anciana, Leo le contesta con un ladrido poco amistoso como me cabía esperar.
-No le gusta que le aten como puede comprobar -le digo sonriendo-, aparte, estamos en el bosque, no veo a nadie por aquí solo a usted y déjeme decirle que es raro ver a una anciana de su edad por el bosque y sola - digo recalcando la palabra sola.
-Buena observación mi niña, eres lista y observadora, eso es bueno -me sonríe abiertamente y me mira con gracia-, como decías que te llamabas.
-No lo he dicho -digo borde y me cruzo de brazos.
-Cierto, cierto, perdóname, pero con mi edad se me olvidan las cosas -me mira guiñándome un ojo-; bueno, me dirás cómo te llamabas.
-Lo siento pero no suelo dar mi nombre a gente que no conozco, y menos a ancianas que andan solas por el bosque -me agacho para acariciar a Leo y miro a la anciana-. Si me disculpa tengo que seguir, tengo prisa.
-Por supuesto mi niña, pero una pregunta, ¿cómo sabes hacia dónde vas si todo el bosque es igual? -se acerca a mí con paso lento metiendo la mano en su chaqueta de lana negra.
-Lo sé y punto -me tenso poco a poco cuando veo que la anciana pretende sacar algo, lo que hace que me lleve la mano a la mochila para sacar una pequeña espada que hice yo misma antes de partir-. Puedo preguntarle yo porque está en el bosque sola.
-Porque vivo aquí mi niña, en todo el bosque. ¿A dónde vas mi niña?
-¿Qué?
El bosque, es su casa; no lo entiendo, ¿quién es esa anciana? ¿qué hace aquí? ¿porque tanto interés en a dónde voy? No puedo fiarme de ella, no puedo; en estos diez años me he dado cuenta de que no me debo de fiar de nadie y menos de alguien que tiene tanto interés en mí y mi camino. Saco la espada para que la vea y la anciana lo único que hace es sonreír y mirar me atentamente; está claro que no me puedo fiar de ella, una anciana normal no sonríe a una espada. La miro atentamente analizando su expresión y sus gestos, intentando averiguar que quiere pero no consigo nada, en cambio la anciana sigue mirándome y empieza a acercarse lo que provoca que Leo vuelva a ladrar.
-No hace falta que saques eso mi niña, solo quiero darte un consejo.
-¿Qué consejo y por qué? -pregunto dudando de si fiarme o no de ella.
-Que esquives el lago, ve hacia el norte y llegarás antes -sigue caminando hacía mi dirección pero en lugar de acercarse a mí me rodea y se coloca a mi espalda mientras que yo me quedo quieta pensando en lo que ha dicho.
-¿El norte? -digo dudosa y me giro para poder verla, pero la anciana ya no está.
Cómo es posible que la anciana se desvanezca así sin más, no puede ser, tiene que ser mi imaginación. Miro a un lado y a otro pero la anciana no está, lo único que soy capaz de hacer agarrar más fuerte el mango de la espada esperando el golpe, pero lo único que aparece ante mí es una bandada de pájaros volando en círculo ante mis ojos y viento, mucho viento, era tan fuerte que me desató la coleta que llevaba para que el camino se me hiciera más cómodo; Leo no paraba de ladrar, estaba alterado y lo veo normal porque yo también estaba alterada, tanto que cuando escuché una voz tuve que pensarlo dos veces antes de creer que era mi cabeza volviéndose loca.
-Ves al norte mi niña, y encuentra el pino de Thalia; ella te conducirá al campamento.
El campamento…. Después de escuchar esas palabras me relajé a pesar de que el viento seguía soplando; no me faltó saber nada más para descubrir que aquella anciana era de fiar, puede que no supiera quién era exactamente, pero me conocía, sabía a dónde me dirigía y con eso me bastaba.
Cuando el viento cesó, guarde mi espada y calmé a Leo, me volví a sujetar el pelo para que no me molestara y tome el rumbo que la anciana me había aconsejado, el norte.


1 comentario:

  1. Me ha encantado. Esta historia es preciosa. Tengo muchas ganas de que siguan publicando.

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