miércoles, 25 de marzo de 2015

Capítulo 4 - Tina Jack

Bueno, seguimos con los capítulos de Hermes, os recuerdo que a partir de ahora en esta historia se unen los personajes de Tina y de Gema (en los índices del blogs de cada una está la sitoria completa y en el margen de este blog, donde pone Relatos con el personaje también los encontraréis todos)


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La llegada de Daphne había sido inesperada. Liz se había alegrado muchísimo de verla y estaba deseando que le contara todo lo que había vivido en esos dos años que había pasado fuera. Verla de nuevo le había quitado todas las preocupaciones que la atenazaban.
–¿Podéis conseguir lo necesario para montar una fiesta inolvidable? –preguntó la capitana.
–¿Con quién te crees que estás hablando? –un chico con el pelo color cobre sonrió de forma maliciosa–. Si no lo tenemos, lo conseguimos. Está chupado.
–Tú déjanos todo a nosotros –dijo otro chico. Sus ojos marrones centellearon de la emoción.
–Eso es lo que me da miedo, dejaros todo a vosotros –rió Liz–. Me tendré que fiar. Ahora vamos a comer, luego os ponéis con ello. ¡Quiero la máxima discreción!
–¡¡A la orden jefa!! –dijeron al unísono.

El Pabellón del Comedor bullía de actividad. Normalmente el ambiente era más sosegado, pero al tratarse del día de la Captura de la Bandera, todo el mundo estaba emocionado. Elizabeth se levantó de su asiento al tiempo que todos los de su mesa coreaban el nombre de su padre. Se acercó a la hoguera que había en el centro y arrojó un trozo de carne al fuego mientras decía en voz bien alta “¡por Hermes!”. Después de que se sentara, el resto de miembros de la cabaña del dios mensajero se levantaron y se acercaron a la hoguera para entregar a su padre una ofrenda. Daphne se volvió a acomodar junto a Liz y le susurró al oído:
–Tienes que decirme quién es tu novio...
Liz se giró hacia ella con cara de susto.
–Shhhh. Como sigas así vas a conseguir que te mate con mis propias manos –contestó la chica, sabiendo que acababa de ponerse colorada.
–Oh… –empezó a decir Daphne mientras echaba una ojeada a las demás mesas– quizás no hace falta que me digas quién es –añadió cuando descubrió que un chico de ojos azul grisáceos posaba la mirada en ellas.
Liz le dio un codazo y luego golpeó el vaso con un tenedor para centrar la atención en otra cosa. El tintineo consiguió hacerse oír entre el bullicio. Todos los hijos de Hermes se fueron callando uno a uno.
–En unas horas será la captura de la bandera –dijo la capitana lo suficientemente alto como para que lo oyeran todos los hijos de Hermes, pero no tan alto como para que los demás escucharan entre tanto bullicio.
Todos golpearon las mesas con fuerza.
–Como todos los años, nos aliaremos con Atenea. Nos juntaremos con ellos a las cinco, una hora antes de la captura, para ver quiénes serán las demás cabañas aliadas y qué estrategia debemos seguir. Por lo que os quiero a esa hora junto a la Forja.
–¡¡¡HERMES!!!, ¡¡¡HERMES!!! –corearon los componentes de las mesas, lo que atrajo la mirada de las demás cabañas.
Liz sonrió orgullosa. Este año volverían a hacerse con la bandera, se dijo a si misma Liz, esquivando el mal presentimiento que sentía cada vez con más fuerza.

Cuando la comida hubo acabado y Elizabeth se disponía a levantarse, sintió el calor de una aterciopelada voz masculina acariciarle la oreja.
–Me han dicho que nos veremos en la Forja más tarde.
Se giró para mirarle a la cara, pero ya se había unido a la multitud. No hizo falta darse la vuelta para saber que Daphne la observaba con una sonrisa divertida pintada en la cara.
–¡Ni una palabra! –comentó Liz.

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